"Mi mujer es la que lleva el tema del colegio de los
niños", "Yo no sé cómo funciona una lavadora", "Cariño ¿dónde están las
pilas?", "Yo ayudo en mi casa".
Todas son frases y actitudes con las que se está
familiarizados, pero que, según los estudios realizados por Luis Bonino, el psicoterapeuta
que a principios de los años 90 acuñó el término micromachismos, representan las
maniobras más invisibles que los hombres emplean para mantener una
posición de privilegio con respecto a las mujeres en la sociedad.
"Son machismos sutiles de lo cotidiano que, en general
no se ven, pero causan daño a las mujeres y que los hombres ejercemos desde la
concienciación de superioridad que nos da la cultura". Son palabras de
Bonino, quien decidió dar nombre a estos comportamientos: "En base a mi
experiencia en terapias y a mis estudios de sociólogos como Godelier y Bordieu. Utilicé el
término 'micro'
siguiendo a Foucault cuando habla de Micropoderes, en el
sentido de que son los manejos de poder de lo cotidiano, no porque sea
pequeño".
Bonino ha establecido cuatro categorías de micromachismos,
aunque puntualiza que "no hay ninguno peor que otro, pero algunos sí
atentan más contra la autonomía de la mujer".
Los utilitarios son aquellos que aprovechan el rol
tradicional de las mujeres como
madre, cocinera, esposa, asistenta, etc.
Los encubiertos son los más sutiles y buscan que las cosas
se mantengan acorde a los deseos del hombre bajo excusas como la falta de tiempo o
el no saber hacer.
Por otro lado, los de crisis se dan cuando la relación toma
un giro hacia una mayor igualdad y el varón intenta mantener su estatus de
superioridad mediante maniobras como postergar las decisiones que exigen un cambio
en la relación hasta que la mujer se canse.
Los coercitivos utilizan la fuerza moral o psicológica
masculina, como la supuesta superioridad de la lógica masculina que se cree poseedora de
la realidad.
Razones y consecuencias del micromachismo
Para Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres,
"los micromachismos consiguen reproducir determinados estereotipos de género,
concretando gestos discriminatorios que inciden en la desigualdad".
El problema al que se enfrentan aquellos que denuncian estas
maniobras es que
están "naturalizadas". "Se ven como algo
normal", explica Bonino. "Cuando tienes una pareja, o con tu madre también, se da por sentado
que el café te lo va a traer ella. Los hombres nos manejamos con una especie de tarjeta
VIP dada por la construcción social de la masculinidad. Es como si
naces en una familia rica, natural".
La cultura juega un papel importante a la hora de legitimar estos comportamientos. Belén Zurbano, profesora de la Facultad de
Comunicación en la Universidad de Sevilla, sostiene que los comportamientos
micromachistas "se normalizan por repetitivo, por habitual. Hace falta un nivel
de interpretación y revisión crítica muy profundo para actuar de forma diferente
a lo que culturalmente se impone". Como ejemplo pone "el
tipo de relaciones entre adolescentes que se promueven en series como Física o
Química o la saga Crepúsculo". Destaca que "se presentan relaciones
desiguales que se difunden y normalizan influyendo en jóvenes que les imitan al llevarse
a cabo por personajes que para ellos pueden constituir referentes", aunque
apunta que "en el caso de los adolescentes se aprecia fácilmente, pero puede
extrapolarse al resto de la sociedad".
"Los micromachismos son claramente una violencia
psicológica" declara Bonino.
"La definición de violencia es una definición social.
Como en el caso de la Ley del dedo pulgar en el siglo XIX, por la que un hombre podía
golpear a su mujer con una vara siempre que ésta no fuese más gruesa que su dedo
pulgar. En los micromachismos pasa lo mismo, una mujer tiene marcas
psicológicas pero no se considera violencia".
La directora de la Fundación Mujeres añade que "estos
comportamientos desembocan en que lugares que deberían estar equilibrados
ante la perspectiva de género, como la calle, resulten hostiles para las
mujeres".
En sus terapias con mujeres Bonino destaca la culpa que
sienten. "Cuando tú no ves de donde viene la situación, unida a la socialización
que tienen las mujeres que tienden a sentirse culpables -siempre se ha hablado de
la culpabilización de la mujer, desde Eva o Pandora- hace que piensen ¿Qué habré
hecho yo? Si yo soy la mujer y creo que algo está mal y tú eres mi pareja y
dices que todo está
bien, entonces pienso que el problema lo tengo yo".
Son los hombres quienes llevan a cabo estas maniobras, no
las mujeres, que a lo sumo "desarrollan habilidades -las conocidas como armas
de mujer- para conseguir más influencia desde su posición subordinada de
género y así ejercer derechos a los que no creen tener derecho o le son
negados" continúa Bonino.
En cuanto a sus vivencias con el género privilegiado, Bonino
afirma: "Los hombres se enojan conmigo porque cuento cuáles son las maniobras que
utilizamos para mantenernos en el ejercicio de poder, con lo que al final me
acabo convirtiendo en una especie de traidor a la corporación masculina".
"Los hombres debemos escuchar las quejas de las mujeres y creerlas, no decir que
son unas locas o histéricas" añade.
Con respecto a los más jóvenes admite que "se han
superado algunos paradigmas, pero aún un tercio ellos considera que puede
pegar a su pareja si le ha sido infiel".
"Ahora yo comento, medio en broma medio en serio, la
estrategia del Ni-Ni-Ni.
Estos son jóvenes que no cumplen los roles tradicionales de
masculinidad, ya que ni son proveedores porque la pareja también trabaja, ni son
procreadores porque no quieren tener hijos, ni tampoco cumplen el rol de hombre
protector. Sin embargo se las ingenian dando una vuelta más a estas
estrategias para tener un control de la mujer de manera pasiva, el chico cree que por
haber salido del rol tradicional de hombre puede tener permiso para no hacer nada
y que lo quieran".
Cómo cambiar la situación
Cómo desarmar estas maniobras se antoja la tarea más
complicada. Bonino opina que "el primer paso es desnaturalizar estos
comportamientos, decir esto existe, está mal y no puedes realizarlos impunemente; el segundo,
que las mujeres se rebelen y digan: '¡El café te lo pones tú!'; y tercero la
sociedad debe acompañar,es muy difícil si a tu alrededor te dicen ¡Cómo te pones! o
¡Estás exagerando!".
Soleto incide en que "se deben hacer más campaña
dirigidas a la población adulta". Pero va más allá "para la igualdad real
se deben abordar los temas de valores y género en materia de igualdad en todo el
desarrollo educativo, no sólo de manera transversal". Concluye diciendo que en
esta materia "estamos dejando que el tiempo sea quien marque los valores
aplicables de la igualdad".
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